Individualismo inducido
Las teorías capitalistas respaldan la naturaleza egoísta e
individualista del ser humano por naturaleza y desde sus orígenes. Estas
teorías nos cuentan como el comportamiento natural (incluso a nivel
genético) de un ser humano es defender los derechos de propiedad, y las
distintas formas de proteger su permanencia y facilitar las distintas
transacciones de las mismas –acumular riqueza, al fin y al cabo-. Nos
dicen que nuestro individualismo original se desarrolla aún más como
resultado de cierta evolución cultural, nos hablan de la autonomía
personal de los cazadores recolectores, incluso difunden que -“lo
genéticamente incorporado durante la larguísima época en que los
cazadores recolectores se adaptaron a su entorno ha resultado ser la
base más adecuada para la aparición del capitalismo” (Papeles “Lucas
Beltrán” de pensamiento Económico, No1, Pedro Schwartz Girón, CEU) -,
más aún, estas doctrinas le dan un trato de excepcional al fenómeno de
la colaboración e intercambio entre distintas familias o grupos humanos
(“En compañía de extraños” - Paul Seabright, 2004-), y con todo asume
diferencias, en estos fenómenos dependiendo de las perspectivas de
reciprocidad (no será igual la colaboración en el caso de familias o
vecinos, que el de desconocidos a los que con toda probabilidad no se
volverá a ver).
En alguno de estos estudios, limitan la cooperación social a
intercambios, jerarquías y fuera de esta cooperación quedan los
conflictos, resultando, de los tres, el más deseable el intercambio, por
su componente de voluntariedad en este ejercicio. Sostienen que el
mecanismo de la competencia individual mantiene un equilibrio entre los
beneficios de las partes involucradas en las distintas cooperaciones
sociales. Aseguran que la competencia es el perfecto regulador de una
sociedad que ejercita el mercado libre. Este mecanismo pierde su
eficacia en el campo jerárquico por la capacidad de los estados de
ejercer la violencia y la coacción para forzar la obediencia (ejercidos
mediante conflictos armados, la justicia o los impuestos). Según este
discurso, los estados (las jerarquías), son un problema que introduce
palos en las ruedas del libre mercado por desestabilizar el mecanismo de
equilibrio de la competencia. De ahí la aversión que tiene el discurso
liberal por los estados y sus regulaciones. Resumiendo: se defiende un
modelo económico como el capitalismo, dotándole de un respaldo nacido en
la propia naturaleza del ser humano, en sus genes, en el amanecer de la
especie, y su historia, mientras que limitan nuestro comportamiento a
un comportamiento de mercado: intercambios de cualquier tipo con fines
más o menos interesados, los cuales se sitúan en el eje de la existencia
de cada individuo.
Este razonamiento, además de falso desde el punto de vista de la
biología (1), rezuma interés y manipulación, ya que, si bien será cierto
que la cooperación dentro de los grupos humanos tiene cierto componente
de interés particular de las partes, no sería tanto un interés
cuantitativo como cualitativo, es decir, los grupos sociales arcaicos (y
hasta hace no mucho podía verse en ciertos grupos culturales indígenas
cuyo modus vivendi ha quedado congelado en el tiempo), mantendrían una
cooperación e intercambio basados más en las relaciones humanas que en
el valor subjetivo de la mercancía. Los intercambios o prestamos de
servicios o mercancías no esperarían tanto una contrapartida igual o del
mismo valor (tanto es así que en algunas culturas está muy mal visto el
devolver lo prestado porque se asume que la persona no quiere tener
relación alguna con la otra parte), como el alimentar un interés grupal,
una relación de confianza que, si se afianzaba debidamente haría que se
creara una fuerte cohesión social, con lo que se aseguraba la
protección, por parte del colectivo, de todos los individuos que lo
componen en los momentos difíciles (enfermedad, accidente, escasez,...).
En realidad el interés “egoísta” de esta cooperación crearía uniones
más fuertes dentro de los grupos y los individuos desarrollarían
comportamientos que se pueden definir como altruistas. Todos los
componentes de una comunidad desearían pertenecer a la misma siempre que
se sintiesen arropados por la protección que les da el apoyo mutuo (2).
De esta forma, en los albores de la historia humana, el mercadeo y la
competencia pasarían a un segundo plano, lo cuál no quiere decir que la
economía material y de recursos no fuese de gran importancia, sino que
era primordial la “economía de relaciones personales”.Para los grandes
poderes económicos es en extremo necesario que la sociedad desestime sin
ninguna duda la cooperación altruista como parte del ser humano, puesto
que, aunque explotar nuestras habilidades cooperativas en las factorías
les es muy necesario, esas características también son el germen de
ciertos comportamientos de protección y defensa de colectivos humanos
como las luchas por derechos sociales y laborales. Esto es inadmisible
porque es un enorme escollo en el camino del negocio. Mucho mejor es que
nos movamos en un mundo de competencia, donde la persona que me
acompaña es un rival y no alguien en quien pueda confiar...
De esta forma, y a base de adoctrinamiento, hemos llegado a asumir como
verdad absoluta nuestro comportamiento individualista y competitivo. Si
tanto es su interés por este discurso, y asumiendo que las prioridades y
lealtades de estos poderes fácticos es contraria a los de la mayoría de
la población, habría que poner en duda la veracidad de estas teorías,
más aún si se pueden encontrar montones de ejemplos, desde los albores
del hombre, que son contrarios a lo ya explicado.
Las comunidades cazadoras recolectoras (en contra de lo que predican en
la Introducción a la antropología del capitalismo en los papeles “Lucas
Beltrán”), utilizaban estrategias de caza y emboscaban a sus presas en
batidas, donde cada individuo trabajaba como el pequeño engranaje de un
mecanismo perfecto (así lo demuestran multitud de registros
arqueológicos prehistóricos, como los de Tirig, en Castelló); y por
supuestísimo no existía el afán acumulativo que lleva implícito el
capitalismo. En Atapuerca tenemos el ejemplo de Miguelón, un Homo
heidelbergensis que sufrió durante meses una terrible infección en la
boca que se le extendió al hueso de la mandíbula, y sobrevivió gracias a
los cuidados del grupo, debían alimentarle dándole la comida
previamente masticada, lista para tragar. En la cultura Minoica el rey
recaudaba absolutamente toda la producción y posteriormente la repartía
entre toda la población para cubrir la necesidadde todos, lo cual nunca
provocó ningún conflicto entre los habitantes de la isla (al menos no
hay registro de conflictos por este motivo). El hecho de la enseñanza en
sí, compartir conocimientos, técnicas de fabricación de útiles, de
caza, pesca y recolección, ya es un ejercicio de cooperación grupal
gracias al cuál hemos avanzado y evolucionado (contrario, como no podía
ser de otra forma, a los inventos estos de las escuelas de “excelencia”,
que se han sacado de la chistera últimamente). Incluso un equipo de
científicos multidisciplinar encabezados por el psicólogo Dacher
Keltmer, de la Universidad de California, están desarrollando un estudio
que demuestra que el hombre es altruista y generoso a nivel biológico.
Según Emilio Civantos Calzada, Doctor en Biología de la UCM -por su
clasificación en cuanto a descendencia, el hombre sigue la estrategia
“K” lo que implica mucho esfuerzo en el cuidado de los jóvenes, Es en
los estrategas de la K, donde se ha dado una evolución mayor de los
comportamientos de cooperación social, Pero además, los humanos somos
animales que actuamos por el bienestar de nuestro grupo social. Esto se
llama altruismo biológico y no somos la única especie que lo practica-.
Dentro del altruismo biológico hay tres tipos, hasta ahora he mencionado
“el de parentesco” y “el de beneficio mutuo” pero el ser humano los
posee todos incluido el último nacido de unas estructuras sociales
complejísimas - “Como resultado, los humanos somos la única especie que
ha desarrollado
un sentido moral” -.
Fué posteriormente, con el comercio entre las comunidades y la acuñación
de la moneda, cuando se desarrollarán estos hábitos que tanto defiende
el capitalismo imperante: competividad, mercado, intereses, acumulación
de riquezas,... Es cierto que hoy estas directrices son un mal muy
extendido, sobre todo por adoctrinamiento a través de los medios (el
desconocimiento de las consecuencias de nuestras costumbres o la lejanía
de los resultados impiden la empatía con otros), la propaganda, quizá
por el diseño de nuestro modo de vida, la organización de horarios, y un
acentuado comportamiento de imitación de la mayoría...no lo sé, pero lo
que sí sé es que a pesar de años y años de adoctrinamiento en favor de
la defensa del mercado, de la competencia, del acaparamiento, la enorme
fuerza altruista aún bulle en nuestro interior pugnando por salir. Aún
sucede que montones de personas se asocian convirtiéndose en una fuerza
benefactora para viajar a lugares remotos, donde reina la miseria, donde
familias enteras mueren de hambre y enfermedad, y luchar con todas sus
fuerzas contra las consecuencias del capitalismo reinante en todo el
orbe; o se plantan delante de la puerta del hogar de una familia a la
que están a punto de desahuciar, sin esperar nada a cambio, y
arriesgándose a agresiones físicas y multas para defender los derechos
de personas a las que ni siquiera conocen. Solo porque hay algo dentro
de ellos que les grita y les dice que la enorme tribu que es la
humanidad puede ser mejor, mucho mejor, que debe proteger a los suyos,
sobre todo a los débiles y a los enfermos, quizá de forma “egoista”,
esperando que algún día alguien haga lo mismo por ellos en caso de
necesidad, quizá... pero lo que tienen claro es que el mercado y la
competencia nunca debió salir del segundo plano en el que debe estar,
siempre por detrás de las relaciones entre personas, del apoyo mutuo.
1.- La biología establece el altruismo genético y distintos niveles del
mismo y asegura que hasta a los seres más básicos se les puede
clasificar en uno o varios tipos, por ej. las abejas (que en caso de
amenaza de la colmena sacrifican su vida con su picadura para
defenderla, y tienen que saber de alguna forma que van a morir, puesto
que no atacan en forma de enjambre, sino un número muy reducido de
ejemplares, salvo rarísimas
excepciones).
2.-Aunque el comportamiento altruista del ser humano va más allá, porque
si fuese el interés propio el que lo alimenta, en caso de que un
colectivo sea cooperativo, lo racional a nivel individual sería no
cooperar, de forma que recibes los beneficios obtenidos por la
cooperación del grupo sin tomar los riesgos y esfuerzos que pueda
implicar este comportamiento de apoyo mutuo, y esto no ocurre de forma
general (es más, los individuos que se comportan de esta manera suelen
ser discriminados en la sociedad). La visión simplista de los defensores
del individualismo y la competencia por naturaleza no se sostiene ante
la complejidad y la avalancha de ejemplos que tiran por tierra sus
afirmaciones.
(Publicado en el Blog Autonomía y Bienvivir, Junio-2015)